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PARA UNA VERSION DEL I KING

 Por Jorge Luis Borges   El porvenir es tan irrevocable como el rígido ayer. No hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida es la senda futura y recorrida. Nada nos dice adiós. Nada nos deja. No te rindas. La ergástula es oscura, la firme trama es de incesante hierro, pero en algún recodo de tu encierro puede haber un descuido, una hendidura. El camino es fatal como la flecha pero en las grietas está Dios, que acecha.

ALQUIMIA

 Por Rosina Valcárcel    En la edad de la razón envío todo al infierno canto en medio del caos celebro el amor en los parques el mensaje de mis hijas y la poesía de mis mejores amigos con quienes conspiro alguna locura para guarecerme de la hostilidad del tiempo

BAUDELAIRE O LA VOCACIÓN DEL POETA

 Por André Coyné    (Fragmento) La soledad de Baudelaire no lo ha preservado de muchos aplausos consiguientes. No lo preserva de nuestro homenaje; al menos convendría despojar este acto de todo carácter impersonal, hasta diría de todo carácter colectivo. Si bien es necesario que yo hable en voz alta, guardemos un silencio más profundo para oír la voz que íntimamente nos diga la dificultad, el pavor de ser hombre, y al mismo tiempo nos hable el dúctil lenguaje de los orígenes. Reunidos en honor a Baudelaire, procuremos abstraernos de quienes nos rodean, cada cual solitario en medio de otros solitarios, en espera de la única comunión posible, comunión de soledad con aquel que escribió en Mi corazón al desnudo : “Desde niño, conciencia de la soledad . A pesar de la familia —y sobre todo entre mis compañeros— conciencia de un destino eternamente solitario. No obstante, viva inclinación por la vida y el placer”. Volveré sobre el último punto: básteme ahora colocar nuestra reunión bajo el

EMBRIÁGATE

 Por Charles Baudelaire    Hay que estar siempre ebrio. Ahí está todo: es la única cuestión. Para no sentir el horrible fardo del Tiempo que rompe tus hombros y te inclina hacia la tierra, es preciso que te embriagues sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, según te plazca. Pero embriágate. Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, en la hierba verde de una cuneta, en la soledad melancólica de tu habitación, te despiertas y la embriaguez ha disminuido o desaparecido, pregunta al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta o lo que habla, pregúntale qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj te responderán: «¡Es la hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados del Tiempo, embriágate; ¡embriágate sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieras.»