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EPÍLOGO

   Por Charles Baudelaire    Bien sabes, oh Satán, patrón de mi angustia, que no fui allí para derramar lágrimas vanas; sino como un viejo lascivo de una vieja amante, quería embriagarme con la enorme ramera cuyo encanto infernal me rejuvenece siempre. Duermas aún entre las sábanas de la madrugada, pesada, oscura, resfriada, o te pavonees entre los velos de la tarde con pasamanería de oro                                                                        [ f ino, ¡te amo, oh capital infame! Cortesanas y bandidos, así a menudo ofrecéis placeres no comprendidos por los vulgares profanos . _ Se trata del texto que cierra la colección de Pequeños poemas en prosa  de El esplín de París .

EMBRIÁGATE

 Por Charles Baudelaire    Hay que estar siempre ebrio. Ahí está todo: es la única cuestión. Para no sentir el horrible fardo del Tiempo que rompe tus hombros y te inclina hacia la tierra, es preciso que te embriagues sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, según te plazca. Pero embriágate. Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, en la hierba verde de una cuneta, en la soledad melancólica de tu habitación, te despiertas y la embriaguez ha disminuido o desaparecido, pregunta al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta o lo que habla, pregúntale qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj te responderán: «¡Es la hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados del Tiempo, embriágate; ¡embriágate sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieras.»