EPÍLOGO

  Por Charles Baudelaire  


Bien sabes, oh Satán, patrón de mi angustia,
que no fui allí para derramar lágrimas vanas;
sino como un viejo lascivo de una vieja amante,
quería embriagarme con la enorme ramera
cuyo encanto infernal me rejuvenece siempre.
Duermas aún entre las sábanas de la madrugada,
pesada, oscura, resfriada, o te pavonees
entre los velos de la tarde con pasamanería de oro
                                                                       [fino,
¡te amo, oh capital infame! Cortesanas
y bandidos, así a menudo ofrecéis placeres
no comprendidos por los vulgares profanos
.


_

Se trata del texto que cierra la colección de Pequeños poemas en prosa de El esplín de París.

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