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Mostrando las entradas etiquetadas como Silencio

(EL SILENCIO QUE QUEDA ENTRE DOS PALABRAS)

 Por Roberto Juarroz   El silencio que queda entre dos palabras no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae, ni tampoco el que estampa la presencia del árbol cuando se apaga el incendio vespertino del viento. Así como cada voz tiene un timbre y una altura, cada silencio tiene un registro y una profundidad. El silencio de un hombre es distinto del silencio de otro y no es lo mismo callar un nombre que callar otro nombre. Existe un alfabeto del silencio, pero no nos han enseñado a deletrearlo. Sin embargo, la lectura del silencio es la única durable, tal vez más que el lector.

EL CUERPO DE GIULIA-NO (15)

 Por Jorge Eduardo Eielson    (Fragmento) Nada, Dogaresa, nada pudo servir mejor a mi intolerancia por los demás que tú misma, delante de mí, en el papel de suma sacerdotisa de mis deseos y de mis sueños. A fuerza de buscar la luz hubiera podido devorarte un seno, y tu habrías sufrido de esa llaga incurable como de una enfermedad dulcísima, sin lamentarte. Porque tú ya casi no percibías tu cuerpo, no lo distinguías del mío. En el fragor de la noche todo nos estaba permitido, hasta quitarnos nuestro cuerpo por momentos y volvernos una sola criatura celeste, un solo resplandor sobre el lecho. Aunque luego, durante el día ¿recuerdas? el silencio cayera entre nosotros como un manto de plomo. Como las víctimas del Vesubio  —pobres larvas convertidas en piedra, carbón, metal orgánico, momias de la vida diaria —, como las criaturas quemadas por la lava y la ceniza, nuestras palabras en adelante no emitirían sino silencio. ¿Transmutación divina? ¿Sabiduría completa? ¿O total ignorancia? ¿Para

EL CUERPO DE GIULIA-NO (14)

 Por Jorge Eduardo Eielson    (Fragmento) Retiré un brazo fuera de las sábanas, cogí un cigarrillo y lo encendí. De improviso todos mis pensamientos se detuvieron. Me vinieron unos deseos imperiosos de decir algo. Pero la frase que yo buscaba no estaba hecha de palabras. Ni tampoco de pensamiento. Era como una sed ardiente. Como un vacío entre el corazón y el estómago. Todos los poemas escritos durante mi adolescencia parecieron quemarse rápidamente dentro de mí y convertirse en humo. Una última llamarada en la que desaparecían para siempre las palabras, dejándome sumido en una luminosa y solitaria perfección. La dorada jaula terrestre acababa de abrirse ante mí. Me ofrecía algo que todavía no estaba en condiciones de aceptar. Una pureza indescriptible hacía aparecer sagrados mis menores gestos. Superfluo mi propio pensamiento. Perecedera e inútil la más espléndida belleza. El universo entero no era nada comparado con mi propio cigarrillo, con su ceniza grisácea en el cenicero de loza

EL CONGRESO

 Por Jorge Luis Borges    (Fragmento) Su voz era distinta; no era la del pausado señor que presidía nuestros sábados ni la del estanciero feudal que prohibía un duelo a cuchillo y que predicaba a sus gauchos la palabra de Dios, pero se parecía más a la última. Sin mirar a nadie mandó: —Vayan sacando todo lo amontonado ahí abajo. Que no quede un libro en el sótano. La tarea duró casi una hora. Acumulamos en el patio de tierra una pila más alta que los más altos. Todos íbamos y veníamos; el único que no se movió fue don Alejandro. Después vino la orden: —Ahora le prenden fuego a estos bultos. Twirl estaba muy pálido. Nierenstein acertó a murmurar: —El Congreso del Mundo no puede prescindir de esos auxiliares preciosos que he seleccionado con tanto amor. —¿El Congreso del Mundo?  —dijo don Alejandro. Se rió con sorna y yo nunca lo había oído reír. Hay un misterioso placer en la destrucción; las llamaradas crepitaron resplandecientes y los hombres nos agolpamos contra los muros o en las ha

UN DRAMA A LA ORILLA DEL MAR

 Por Honoré de Balzac   (fragmento) Los jóvenes tienen casi todos un compás con el que se complacen en medir el futuro: cuando su voluntad se ajusta con la osadía del ángulo que abren, el mundo es suyo. Pero este fenómeno de la vida moral tan solo se produce a cierta edad. Esa edad, que para todos los hombres se encuentra entre los veintidós y los veintiocho años, es la de los grandes pensamientos, la edad de las primeras concepciones, porque es la edad de los inmensos deseos, la edad en la que no se duda de nada: quien dice duda, dice impotencia. Después de esta edad rápida como una sementera, viene la de la ejecución. Existen en cierto modo dos juventudes, la juventud durante la que uno cree, y la juventud durante la que uno actúa; muchas veces ambas se confunden en los hombres a los que la naturaleza ha favorecido, y que son, como César, Newton y Bonaparte, los más grandes entre los hombres. Me hallaba yo midiendo cuánto tiempo requiere un pensamiento para desarrollarse; y, con mi c

UNA DANZA

 Por Raquel Jodorowsky    En el interior de la vida hay una danza que vuelve a crear lo que ya existe girando en ocultas dimensiones interminable, vertiginosa, despeinada en el óxido de las noches extranjeras donde se oye el incendio de las sombras sentimos sus movimientos migratorios empujados por un viento de plomo en nuestras venas. Danza que sube como la ley del fuego da vueltas en los abismos del ser en profunda tormenta se divide se afirma, se aumenta, reproduce el gran cansancio del grito semejante al ruido de un eclipse. No sabemos en qué fondo dentro de brazos y de piernas funda la soledad estremecida por colonias de pequeñas bocas que se comunican y cantan no sabemos hasta dónde cultiva sus raíces de tintora hierba que pinta de rojo la sangre amanecida. Aún no se encuentra ninguna evidencia de su existencia verdadera Oh, Danza confinada al reino de los mitos...

ARS

 Por Lizardo Cruzado    Escribo  Porque Me gusta el Silencio Sino gritaría.