UN DRAMA A LA ORILLA DEL MAR

 Por Honoré de Balzac 


(fragmento)

Los jóvenes tienen casi todos un compás con el que se complacen en medir el futuro: cuando su voluntad se ajusta con la osadía del ángulo que abren, el mundo es suyo. Pero este fenómeno de la vida moral tan solo se produce a cierta edad. Esa edad, que para todos los hombres se encuentra entre los veintidós y los veintiocho años, es la de los grandes pensamientos, la edad de las primeras concepciones, porque es la edad de los inmensos deseos, la edad en la que no se duda de nada: quien dice duda, dice impotencia. Después de esta edad rápida como una sementera, viene la de la ejecución. Existen en cierto modo dos juventudes, la juventud durante la que uno cree, y la juventud durante la que uno actúa; muchas veces ambas se confunden en los hombres a los que la naturaleza ha favorecido, y que son, como César, Newton y Bonaparte, los más grandes entre los hombres.

Me hallaba yo midiendo cuánto tiempo requiere un pensamiento para desarrollarse; y, con mi compás en la mano, de pie en lo alto de una roca, a cien toesas por encima del océano, cuyas olas retozaban en las rompientes, iba y venía por mi futuro amueblándolo de obras, como un ingeniero que, en un solar, traza fortalezas y palacios. El mar estaba precioso, acababa de vestirme después de haber nadado, y estaba esperando a Pauline, mi ángel guardián, que se estaba bañando en una pileta de granito llena de una arena fina, la más coqueta bañera que haya dibujado la naturaleza para sus hadas marinas. Estábamos en el extremo del Croisic, una linda península de la Bretaña; estábamos lejos del puerto, en un lugar que el fisco ha estimado tan inabordable que el aduanero no pasa casi nunca. ¡Nadar por los aires después de haber nadado en el mar! ¡Ah! ¿Quién no habría nadado por el futuro...? ¿Por qué estaba yo pensando? ¿Por qué acaece un mal? ¿Quién lo sabe...? Las ideas te caen al corazón o a la cabeza sin consultarte. No ha habido cortesana más peregrina ni más imperiosa de cuanto lo es la Concepción para los artistas. Cuando viene hay que tomarla como a la Fortuna, de la melena.

Encaramado en mis pensamientos como Astolfo en su hipogrifo, cabalgaba yo, pues, a través del mundo, disponiendo de todo a mi albedrío. Cuando quise buscar a mi alrededor algún presagio para las audaces construcciones que mi loca imaginación me aconsejaba emprender, un lindo grito, el grito de una mujer que te llama en el silencio de un desierto, el grito de una mujer que sale del baño, tonificada, alegre, dominó el murmullo de los flecos incesantemente móviles que el flujo y el reflujo dibujaban sobre los accidentes de la costa. Al oir aquella nota brotada del alma, creí haber visto en las rocas el pie de un ángel que, desplegando sus alas, había exclamado: «¡Lo lograrás!». Bajé radiante, ligero, bajé dando brincos como un guijarro arrojado por una cuesta empinada. Al verme me dijo: «¿Qué tienes?». No contesté, se me anegaron los ojos. La víspera, Pauline había comprendido mis dolores, igual que en ese momento comprendía mis gozos, con la mágica sensibilidad de un arpa que obedece a las variaciones de la atmósfera. ¡La vida humana tiene momentos [tan] hermosos! Echamos a andar en silencio por el arenal adelante. El cielo estaba sin nubes, el mar estaba sin arrugas; otros no hubiesen visto en ellos sino dos estepas azules, una encima de otra; pero nosotros, nosotros que nos entendíamos sin tener necesidad de la palabra, nosotros que, entre aquellos dos lienzos del infinito, podíamos hacer jugar las ilusiones con las que uno se alimenta durante los años mozos, nosotros nos estrechábamos la mano al mínimo cambio que presentaban, ora la superficie del agua, ora las láminas del aire, porque tomábamos aquellos leves fenómenos por traducciones materiales de nuestro doble pensamiento. ¿Quién no ha saboreado en los placeres ese momento de alegría ilimitada en que el alma parece haberse liberado de los vínculos de la carne y hállase como devuelta al mundo del que procede? No es el placer nuestro único guía en esas esferas. ¿No existen acaso horas en que los sentimientos se abrazan espontáneamente y se lanzan a él, como muchas veces dos niños suelen cogerse de la mano y echar a correr sin saber por qué? Así ibamos.





Comentarios

Entradas populares de este blog

MANANTIAL HORIZONTE

PARA UNA VERSION DEL I KING

POIESIS