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(AMO LA SOLEDAD CUANDO TE ESPERO)

 Por Inés García Calderón   Amo la soledad cuando te espero. Amo tu flecha que me convierte en arco. Amo tu rigidez que me convierte en tumba. Amo la soledad cuando te espero.

UNA DANZA

 Por Raquel Jodorowsky    En el interior de la vida hay una danza que vuelve a crear lo que ya existe girando en ocultas dimensiones interminable, vertiginosa, despeinada en el óxido de las noches extranjeras donde se oye el incendio de las sombras sentimos sus movimientos migratorios empujados por un viento de plomo en nuestras venas. Danza que sube como la ley del fuego da vueltas en los abismos del ser en profunda tormenta se divide se afirma, se aumenta, reproduce el gran cansancio del grito semejante al ruido de un eclipse. No sabemos en qué fondo dentro de brazos y de piernas funda la soledad estremecida por colonias de pequeñas bocas que se comunican y cantan no sabemos hasta dónde cultiva sus raíces de tintora hierba que pinta de rojo la sangre amanecida. Aún no se encuentra ninguna evidencia de su existencia verdadera Oh, Danza confinada al reino de los mitos...

POEMA AZUL

 Por Lizardo Cruzado    Azul y solo sin saber cómo ni para qué tampoco. Azul y solo sin desnudez y sin veste sin olvido ni recuerdos yo el amargo  el ajado  el zarrapastroso el mudo azul siempre y siempre solo. Aquí —solo y azul — apagado y agrio mirando lo más grandioso y lo más libre lo que no comienza y no termina lo que sólo existe cantando y siempre redivive el mar                   el cielo el mar también azules también solos.

EMBRIÁGATE

 Por Charles Baudelaire    Hay que estar siempre ebrio. Ahí está todo: es la única cuestión. Para no sentir el horrible fardo del Tiempo que rompe tus hombros y te inclina hacia la tierra, es preciso que te embriagues sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, según te plazca. Pero embriágate. Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, en la hierba verde de una cuneta, en la soledad melancólica de tu habitación, te despiertas y la embriaguez ha disminuido o desaparecido, pregunta al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta o lo que habla, pregúntale qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj te responderán: «¡Es la hora de embriagarse! Para no ser esclavos martirizados del Tiempo, embriágate; ¡embriágate sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieras.»

EL LOCO Y LA VENUS

 Por Charles Baudelaire    ¡Qué día admirable! El vasto parque se extasía bajo el ojo ardiente del sol, como la juventud bajo el dominio del Amor. El éxtasis universal de las cosas no se expresa por ningún ruido; los mismos ojos están como dormidos. Muy diferente de las fiestas humanas, es ésta una orgía silenciosa. Se diría que una luz siempre creciente hace resplandecer cada vez más los objetos; que las flores excitadas arden en deseos de rivalizar con el azul del cielo con la energía de sus colores y que el calor, haciendo visibles los perfumes, los hace ascender hacia el astro como el humo. Sin embargo, en este gozo universal, he advertido un ser afligido. A los pies de una Venus colosal, uno de esos locos artificiales, uno de esos bufones voluntarios encargados de hacer reír a los reyes cuando el Remordimiento o el Fastidio les obsesiona, ataviado con un traje brillante y ridículo, coronado de cuernos y de cascabeles, acurrucado en el pedestal, eleva hacia la inmortal Diosa unos o