EL CONOCIMIENTO POR LA POESÍA

 Por Sebastián Salazar Bondy 


Sin duda la poesía es una forma de conocimiento. Mediante ella se penetra en la realidad, se la descubre en uno de sus más profundos sentidos, si no en el último. No se trata, por cierto, de un conocimiento racional, de una aprehensión intelectual y científica, pero de la obra de un poeta (de un gran poeta, se entiende) es posible derivar un pensamiento. Pensamiento asistemático, mas no por eso sin claridad y certeza. El conocimiento merced a la poesía pertenece al orden de la intuición, y el cuerpo de ideas que de él se desprende constituye una suerte peculiar de teoría. No es nada nuevo que poetas y exégetas de poetas registren la existencia de tal conjunto nocional a veces equiparable, como lo quería Baudelaire, a la propia filosofía. "La poesía —dijo el creador de Las flores del mal— es esencialmente filosófica, pero como ella es sobre todo fatal, debe de ser involuntariamente filosófica". El pensamiento viene, pues, como añadidura. Alain veía el problema de un modo semejante: "El poeta —decía ese incorregible crítico— no tiene en principio un pensamiento; vive y se siente según cierto régimen saludable, conveniente a la forma humana. De este ritmo vital parte y, sin dejarlo jamás doblar, llama a las palabras, las ordena conforme al acento, el número, el sonido; es así como descubre su pensamiento". El poeta es un filósofo malgré lui. La poesía (su "ritmo vital") lo convierte en pensador.

El poeta se apodera de la realidad y en el poema la hace irrealidad. Vale decir, la transfigura convirtiéndola de perecedera y local —de tiempo y espacio que es— en eterna y universal. La realidad es, en consecuencia, el gran tema de la poesía. Goethe lo sabía cuando en el prólogo de Fausto decretaba: "Que no se diga que la realidad carece de interés poético; un poeta se prueba precisamente cuando su espíritu sabe descubrir en un asunto banal algún aspecto interesante". Y exclamaba ahí mismo: "¡La realidad debe proveerlo del motivo, del punto de partida, del hueso propiamente dicho, pero es cosa del poeta formar un todo bello y animado!" El mundo y la vida son la fuente de la sustancia que, gracias al lirismo,  transforma el poeta en su espíritu, en su corazón, en su hondura más íntima. No pueden faltar en la creación lírica del poeta, ni aquel manantial ni este proceso, a riesgo de resultar meramente cronista o monologador. "Si usted no es herido por lo exterior o regocijado hasta el sufrimiento por lo exterior —advirtió Max Jacob—, usted no tiene vida interior, y si usted no tiene vida interior, su poesía será vana".

(...)

El poder traumatúrgico de la poesía, que identifica a los contrarios y los hace transponer en la palabra todos los límites de la vida humana, aspira quizá, como lo postuló Mallarmé, a componer un solo libro. En el estaría contenido todo el pensamiento levantado por la poesía del barro y los sueños sobre la realidad mudable y engañosa para revelar a la criatura mundanal el secreto que persigue desde que se puso en pie. Ese libro absoluto está escribiéndose (y es posible que nadie lo termine jamás) y su más cabal definición pertenece a Carl Sandburg: "La poesía es el diario de una animal marino que vive en tierra y que quisiera volar".



Publicado en el Suplemento Dominical del diario El Comercio, el 23 de abril de 1961.

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