LA COMEDIA DEL AMOR

 Por Henrik Ibsen  


(Fragmento del Primer acto)

Svanhild: Mire usted el manzano que está cerca de la haya. Este año no tiene flor ni fruto. El año pasado lo habría visto hermoso, con la copa inclinándose al peso de los frutos.

Falk: Le creo. Pero, ¿qué deducción saca?

Svanhild (con cortesía): Que al árbol que dio espléndidos frutos y por darlos se debilitó, no se le puede exigir todos los años la misma riqueza.

Falk: Ya me figuraba yo que sabría usted sacar una consecuencia juiciosa de su historia.

Svanhild: Seguramente el valor en nuestros días tiene una fuerza relativa. ¿A quién se ama hoy? ¿Quien consiente en sacrificarse? ¿Dónde está el héroe?

Falk (mirándola fijamente): ¿Y dónde la Walquiria?

Svanhild (moviendo la cabeza): La Walquiria no es necesaria. El año pasado, cuando las persecusiones; contra los cristianos en Siria, ¿se hizo usted cruzado? No. Escribió unas cuantas palabras elocuentes en un papel y envió el importe de su suscripción a un periódico clerical.

(Falk parece que va a responder, pero se calla y se dirige hacia el fondo del jardín. Ella lo mira, se acerca, y le pregunta con dulzura).

Svanhild: ¿Está usted enfadado, Falk?

Falk: No. Me paseo y pienso. Nada más.

Svanhild (soñadora, con compasión): Hay en usted dos seres diferentes.

Falk: Lo sé.

Svanhild (con violencia): ¿Por qué es usted así?

Falk: ¿Por qué? Porque tengo miedo de enseñar al mundo mi alma, como todos; a ir con el corazón desnudo como las jóvenes llevan los brazos al aire. Solamente usted, Svanhild, hubiera sabido... Al menos así lo creía... pero todo se acabó.

(Ella se vuelve, se dirige al pabellón y se queda quieta de pronto, como escuchando).

¿Qué escucha usted?

Svanhild: Otra voz que me habla. ¡Psit! ¡Psit! Todas las tardes, al caer el sol, viene un pajarillo a pararse aquí. ¡Mire usted! Ya sale de su nido de verdor. Pues bien: estoy profundamente convencida, creo firmemente que Dios ha dado por compañero a cuantos negó el don del canto, un pajarillo que canta para él solo y en su jardín.

Falk (tomando una piedra): Pero antes es necesario que el pajarillo y el amo se pongan de acuerdo para que no tenga el artista que llevar su canto al jardín vecino.

Svanhild: Seguramente; pero yo estoy de acuerdo con el mío. No sé cantar ni hablar con arte; pero cuando el pajarillo gorjea armoniosamente entre las hojas me parece que canta en mi propio corazón. ¡Ah! ¡Ya se va!

(Falk arroja una piedra con gran violencia).

Svanhild (gritando): ¡Dios mío! ¿Qué hace usted? ¡Lo ha matado!

(Sale corriendo y vuelve).

¡Es abominable! ¡Es cruel!

Falk (con cólera y pasión): ¡No! ¡Ojo por ojo, Svanhild; y diente por diente! Ahora no tendrá usted lazo de unión con el cielo. Ya no habrá más canciones para usted. Me vengo de lo que me hizo.

Svanhild: ¿De lo que le hice?

Falk: Sí; también mi corazón tenía un ave, armonioso compañero que cantaba. Usted lo mató. Así la campana funeral doblará por los dos pajarillos.

Svanhild: ¿Qué yo lo maté?

Falk: Sí, destruyendo mi fe en usted, mi fe tan juvenil, tan alegre. Sí, usted la mató al desposarse.

Svanhild: Pero, ¡explíquese usted! Se lo ruego.

Falk: Sí; ya está convenido. Al terminar sus estudios teólógicos obtendrá una parroquia y partirá para América.

Svanhild: Y herederá un buen pico. Porque, ¿no es verdad que está usted hablando de Lind?

Falk: Usted debe saberlo.

Svanhild (sonriendo): Sí, lo sé, como hermana que soy de la novia.

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